Por Narciso Isa Conde
En el momento de presentar su programa para el periodo 2013-2019, conocido
como Segundo Plan Socialista, el comandante Hugo Chávez expresó estas ideas lapidarias:
“No nos llamemos a engaño: la formación socioeconómica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a implantar su propio dinamismo interno entre nosotros. Éste es un programa precisamente para afianzarlo y profundizarlo; direccionado hacia una radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso, pero sin aminorar el ritmo de avance hacia el socialismo.
“Este es un programa
que busca traspasar “la barrera del no retorno”.
Para explicarlo con
Antonio Gramsci, lo viejo debe terminar de morir definitivamente, para que el
nacimiento de lo nuevo se manifieste en toda su plenitud.
La coherencia de este
Programa de Gobierno responde a una línea de fuerza del todo decisiva: nosotros estamos obligados a traspasar la barrera del no retorno, a
hacer irreversible el tránsito hacia el socialismo…”
“Para
avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de
desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en
la sociedad venezolana, capaz de
configurar una nueva socialidad desde la vida cotidiana donde la fraternidad y
la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos modos de
planificar y producir la vida material de nuestro pueblo. Esto pasa por pulverizar completamente la forma de Estado burguesa
que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas
prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión
política.”
La dilación de
esas transformaciones -sin negar los grandes logros sociales- ha determinado no
solo la pervivencia del capitalismo (estatal y privado), del rentismo, la
corrupción y cultura burocrática en grados ya inaceptables para avanzar hacia
el socialismo, sino también la recuperación política de las derechas y su
relativo crecimiento electoral; alimentadas por
las relaciones de propiedad y mercado, y
el poder mediático prevalecientes, todos bajo tutela imperial.
Estos próximos
años lucen decisivos y desafiantes para golpear a fondo la posibilidad del
retroceso y arrancar de raíz las bases materiales y culturales in situ de la
contrarrevolución interna y externa.
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