La película Lincoln,
producida y dirigida por uno de los directores más conocidos de EEUU, Steven
Spielberg, ha reavivado un gran interés por la figura del presidente Lincoln,
uno de los presidentes que, como el presidente Franklin D. Roosevelt, ha
intervenido siempre en el ideario estadounidense con gran recuerdo popular. Se
destaca tal figura política como la garante de la unidad de EEUU, tras derrotar
a los confederados que aspiraban a la secesión de los Estados del Sur de aquel
Estado federal. Es también una figura que resalta en la historia de EEUU por
haber abolido la esclavitud, y haber dado la libertad y la ciudadanía a los
descendientes de las poblaciones inmigrantes de origen africano, es decir, a la
población negra, que en EEUU se conoce como la población afroamericana.
Ahora bien, Lincoln, incluso antes
de ser presidente, consideró otras conquistas sociales como parte también de
los Derechos Humanos, y entre ellas, el derecho del mundo del trabajo a
controlar, no sólo su trabajo, sino también el producto de su trabajo. El
derecho de emancipación de los esclavos transformaba al esclavo en una persona
libre asalariada, unida –según él- en lazos fraternales con los otros miembros
de la clase trabajadora, independientemente del color de su piel. Sus demandas
de que el esclavo dejara de serlo y de que el trabajador –tanto blanco como
negro- fuera el dueño, no sólo de su trabajo, sino también del producto de su
trabajo, eran igualmente revolucionarias. La emancipación de la esclavitud
requería que la persona fuera la dueña de su trabajo. La emancipación de la
clase trabajadora significaba que la clase trabajadora fuera la dueña del
producto de su trabajo. Y Lincoln demandó los dos tipos de emancipación. El
segundo tipo de emancipación, sin embargo, ni siquiera se cita en la
película Lincoln. En realidad, la ignora. Y utilizo la
expresión “ignora” en lugar de “oculta”, porque es del todo posible que los
autores de la película o del libro sobre el que se basa ni siquiera conozcan la
historia real de Lincoln. La Guerra Fría en el mundo cultural e incluso
académico de EEUU (que continúa existiendo) y el enorme dominio de lo que en
allí se llama la Corporate Class (la clase de los propietarios y gestores del
gran capital) sobre la vida, no sólo económica, sino también cívica y cultural,
explica que la historia formal de EEUU que se enseña en las escuelas y en las
universidades sea muy sesgada, purificada de cualquier contaminación ideológica
procedente del movimiento obrero, sea socialismo, comunismo o anarquismo. La
gran mayoría de estudiantes estadounidenses, incluso de las universidades más
prestigiosas y conocidas, no saben que la fiesta del 1º de Mayo, celebrada
mundialmente como el Día Internacional del Trabajo, es una fiesta en homenaje a
los sindicalistas estadounidenses que murieron en defensa de trabajar ocho
horas al día (en lugar de doce), victoria que inició tal reivindicación exitosa
en la mayoría de países del mundo. En EEUU, tal día, el 1º de Mayo, además de
no ser festivo, es el día de la Ley y el Orden -Law and Order Day- (ver el
libro People’s History of the U.S., de Howard Zinn). La historia
real de EEUU es muy distinta a la historia formal promovida por las estructuras
de poder estadounidenses.
Las ignoradas y/o
ocultadas simpatías de Lincoln
Lincoln, ya cuando era miembro de la
Cámara Legislativa de su Estado de Illinois, simpatizó claramente con las
demandas socialistas del movimiento obrero, no sólo de EEUU, sino también
mundial. En realidad, Lincoln, tal como indiqué al principio del artículo,
consideraba como un Derecho Humano, el derecho del mundo del trabajo a
controlar el producto de su trabajo, postura claramente revolucionaria en aquel
periodo (y que continúa siéndolo hoy), y que ni la película ni la cultura
dominante en EEUU recuerda o conoce, convenientemente olvidada en los aparatos
ideológicos del establishment estadounidense controlados por la Corporate
Class. En realidad, Lincoln consideró que la esclavitud era el dominio máximo
del capital sobre el mundo del trabajo y su oposición a las estructuras de
poder de los Estados sureños se debía precisamente a que percibía estas
estructuras como sustentadoras de un régimen económico basado en la explotación
absoluta del mundo del trabajo.
De ahí que viera la abolición de la
esclavitud como la liberación no sólo de la población negra sino de todo el
mundo del trabajo, beneficiando también a la clase trabajadora blanca, cuyo
racismo él veía que iba en contra de sus propios intereses. Lincoln también
indicó que “el mundo del trabajo antecede al capital. El capital es el fruto
del trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó. El
mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor
consideración (…) En la situación actual el capital tiene todo el poder y hay
que revertir este desequilibrio”. Lectores de los escritos de Karl Marx,
contemporáneo de Abraham Lincoln, recordarán que algunas de estas frases eran
muy semejantes a las utilizadas por tal analista del capitalismo en su análisis
de la relación capital/trabajo bajo tal sistema económico.
Le sorprenderá a gran número de lectores
saber que los escritos de Karl Marx influenciaron a Abraham Lincoln, tal como
documenta en gran detalle John Nichols en su excelente artículo “Reading
Karl Marx with Abraham Lincoln Utopian socialists, German communists and other
republicans” publicado enPolitical Affairs (27/11/12), y del cual
extraigo las citas así como la mayoría de datos publicados en este artículo.
Los escritos de Karl Marx eran conocidos entre los grupos de intelectuales que
estaban profundamente insatisfechos con la situación política y económica de
EEUU, como era el caso de Lincoln. Karl Marx escribía regularmente en The
New York Tribune, el rotativo intelectual más influente en Estados Unidos
en aquel periodo. Su director Horace Greeley se consideraba un socialista y un
gran admirador de Karl Marx, al cual invitó a ser columnista de tal diario. En
las columnas de su diario incluyó gran número de activistas alemanes que habían
huido de las persecuciones ocurridas en la Alemania de aquel tiempo, una
Alemania altamente agitada, con un naciente movimiento obrero que cuestionaba
el orden económico existente. Algunos de estos inmigrantes alemanes (conocidos
en el EEUU de aquel momento como los “Republicanos Rojos”) lucharon más tarde
con las tropas federales en la Guerra Civil, dirigidos por el presidente
Lincoln.
Greeley y Lincoln eran amigos. En
realidad Greeley y su diario apoyaron desde el principio la carrera política de
Lincoln, siendo Greeley el que le aconsejó a que se presentara a la presidencia
del país. Y toda la evidencia apunta que Lincoln era un ferviente lector
del The New York Tribune. En su campaña electoral para la
presidencia de EEUU invitó a varios “republicanos rojos” a integrarse en su
equipo. En realidad, ya antes, como congresista, representante de la ciudadanía
de Springfield en el Estado de Illinois, apoyó frecuentemente los movimientos
revolucionarios que estaban ocurriendo en Europa, y muy en especial en Hungría,
firmando documentos en apoyo de tales movimientos.
Lincoln, gran amigo
del mundo del trabajo estadounidense e internacional.
Su conocimiento de las tradiciones
revolucionarias existentes en aquel periodo no era casual sino que era fruto de
sus simpatías con el movimiento obrero internacional y sus instituciones. Animó
a los trabajadores de EEUU a organizar y establecer sindicatos y continuó
haciéndolo cuando fue presidente. Y varios sindicatos le nombraron miembro
honorario. En su respuesta a los sindicatos de Nueva York subrayó “vosotros
habéis entendido mejor que nadie que la lucha para terminar con la esclavitud
es la lucha para liberar al mundo del trabajo, es decir, a liberar a todos los
trabajadores. La liberación de los esclavos en el Sur es parte de la misma
lucha por la liberación de los trabajadores en el Norte”. Y durante la
campaña electoral, el presidente Lincoln promovió la postura en contra de la
esclavitud indicando explícitamente que la liberación de los esclavos les
permitiría a los trabajadores exigir los salarios que les permitirían vivir
decentemente y con dignidad, ayudando con ello a aumentar los salarios de todos
los trabajadores, tanto negros como blancos.
Marx, y también Engels, escribieron
con entusiasmo sobre la campaña electoral de Lincoln, en un momento en que
ambos estaban preparando la Primera Internacional del Movimiento Obrero. En un
momento de las sesiones, Marx y Engels propusieron a la Internacional que
enviara una carta al presidente Lincoln felicitándolo por su actitud y postura.
En su carta, la Primera Internacional felicitaba al pueblo de EEUU y a su
presidente por, al terminar con la esclavitud, haber favorecido la liberación
de toda la clase trabajadora, no solo estadounidense, sino también la mundial.
El presidente Lincoln respondió,
agradeciendo la nota y respondiendo que valoraba el apoyo de los trabajadores
del mundo a sus políticas, en un tono cordial, que, por cierto, creó gran
alarma entre los establishments económicos, financieros y políticos a ambos
lados del Atlántico. Estaba claro, a nivel internacional que, como señaló más
tarde el dirigente socialista estadounidense Eugene Victor Debs, en su propia
campaña electoral, “Lincoln había sido un revolucionario y que por
paradójico que pudiera parecer, el Partido Republicando había tenido en su
orígenes una tonalidad roja”.
La revolución
democrática que Lincoln inició y que nunca se desarrolló.
Ni que decir tiene que ninguno de
estos datos aparece en la película Lincoln, ni son ampliamente
conocidos en EEUU. Pero, como bien señalan John Nichols y Robin Blackburn (otro
autor que ha escrito extensamente sobre Lincoln y Marx), para entender Lincoln
hay que entender el periodo y el contexto en los que él vivió. Lincoln no era
un marxista (término sobreutilizado en la literatura historiográfica y que el
propio Marx denunció) y no era su intento eliminar el capitalismo, sino
corregir el enorme desequilibrio existente en él, entre el capital y el
trabajo. Pero, no hay duda de que fue altamente influenciado por Marx y otros
pensadores socialistas, con los cuales compartió sus deseos inmediatos,
claramente simpatizando con ellos, llevando su postura a altos niveles de
radicalismo en su compromiso democrático. Es una tergiversación histórica
ignorar tales hechos, como hace la película Lincoln.
No hay duda de que Lincoln fue una
personalidad compleja con muchos claroscuros. Pero las simpatías están escritas
y bien definidas en sus discursos. Es más, los intensos debates que ocurrían en
las izquierdas europeas se reproducían también en los círculos progresistas de
EEUU. En realidad, la mayor influencia sobre Lincoln fue la de los socialistas
utópicos alemanes, muchos de los cuales se refugiaron en Illinois huyendo de la
represión europea.
El comunalismo que caracterizó a
tales socialistas influenció la concepción democrática de Lincoln,
interpretando democracia como la gobernanza de las instituciones políticas por
parte del pueblo, en el cual las clases populares eran la mayoría. Su famoso
dicho (que se ha convertido en el espléndido eslogan democrático más conocido
en el mundo –Democracy for the people, of the people and by the
people- claramente señala la imposibilidad de tener una democracia del
pueblo y para el pueblo sin que sea realizada y llevada a cabo por el mismo
pueblo. De ahí que viera la liberación de los esclavos y del mundo del trabajo
como elementos esenciales de tal democratización. Su concepto de igualdad
llevaba inevitablemente un conflicto con el dominio de tales instituciones
políticas por el capital. Y la realidad existente hoy en EEUU y que detallo en
mi artículo “Lo que no se ha dicho en los medios sobre las elecciones en EEUU”
(Público, 13.11.12)es una prueba de ello. Hoy la Corporate Class
controla las instituciones políticas de aquel país.
Últimas
observaciones y un ruego
Repito que ninguna de estas
realidades aparece en la película. Spielberg no es, después de todo,
Pontecorvo, y el clima intelectual estadounidense todavía está estancado en la
Guerra Fría que le empobrece intelectualmente. “Socialismo” continúa siendo una
palabra mal vista en los círculos del establishment cultural de aquel país. Y
en la tierra de Lincoln, aquel proyecto democrático que él soñó nunca se
realizó debido a la enorme influencia del poder del capital sobre las
instituciones democráticas, influencia que ha disminuido enormemente la
expresión democrática en aquel país. Y la paradoja hiriente de la historia es
que el Partido Republicano se haya convertido en el instrumento político más
agresivo hoy existente al servicio del capital.
Por cierto, agradecería que todas
las personas que encuentren este artículo interesante lo distribuyan
ampliamente, incluyendo en su distribución a los críticos de cine, que en su
promoción de la película, seguro que no dirán nada del otro Lincoln desconocido
en su propio país (y en muchos otros, incluyendo España). A uno de los
fundadores del movimiento revolucionario democrático ni siquiera se le reconoce
como tal. Su emancipación de los esclavos es una gran victoria que hay que
celebrar. Pero Lincoln fue incluso más allá. Y de esto ni se habla.
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