“No hay esperanza, no hay futuro. Perdón por ser un joven negro”, así recogía el programa Informe Semanal de Televisión Española la opinión de un adolescente londinense que salía de un juzgado donde, al igual que otros cientos, fue detenido por los recientes disturbios y saqueos en esa ciudad. Pese a la insistencia de ese documental, y de toda la prensa europea, por crear la impresión de que detrás de las recientes protestas en Londres no existe ninguna reivindicación, sino simple delito y afán de destrucción, las dos o tres ocasiones en que se les dio la palabra a los protagonistas de los hechos, éstos dejaron en claro su cabreo con una sociedad crecientemente injusta, desigual y sin futuro para la juventud de los barrios pobres. Es que la explosión de indignación juvenil en las ciudades inglesas es el producto más acabado del decadente sistema económico y social capitalista y treinta años de políticas neoliberales.
Aunque la chispa que incendió el polvorín inglés fue el asesinato racista de un joven negro a manos de la policía, el alcance generalizado del hecho encuentra su explicación en las mismas motivaciones que han llevado a las calles y a las plazas a centenares de miles de jóvenes españoles, los “indignados” del movimiento “15-M”: la convicción de que el sistema capitalista les niega la menor esperanza de una vida decorosa, que sólo tiene para ellos el desempleo crónico y masivo (sobre el 40% en España en ese rango de edad) y la condena a una vida de pobreza y privaciones. Esta juventud de hoy, que ve su vida condenada a la cloaca social, puede apreciar muy bien cómo una minoría se enriquece descaradamente y cómo el sistema político es una falacia completa, corroído de cabo a rabo por la corrupción, en que los políticos de saco y corbata, de derechas y dizque de “izquierdas”, son la misma porquería.
No hay que tener la imaginación de Don Quijote para percibir que estos son los mismos sentimientos que han llevado a las calles y a protestas igual de violentas en Grecia a lo largo de los últimos dos años. ¿No fue la misma juventud, con la misma indignación, que derribó los regímenes dictatoriales y amigos de la “democracia occidental” en Túnez y en Egipto, que conmueve todo el norte de África y el Medio Oriente? Aunque teniendo como eje el problema de la educación pública y gratuita, ¿no es la misma indignación que moviliza a los adolescentes y jóvenes chilenos contra el gobierno reaccionario de Piñera, y antes contra el “izquierdista” de Bachelet?
No es ninguna casualidad que estas explosiones sociales y que este nuevo “actor social”, la juventud obrera sin empleo, se produzcan paralelamente a una escalada en la crisis económica capitalista, en que los banqueros y los políticos a su servicio, pretenden dar otra vuelta más a la tuerca del saqueo y la explotación de países enteros aduciendo la deuda pública de los estados, deuda que no tiene nada de “soberana” ni de legítima. Esos parásitos sociales, los banqueros, causantes de la crisis financiera de 2008, beneficiarios de los “rescates” multimillonarios que se echaron a los bolsillos, ahora pretenden usar la deuda como excusa para profundizar las privatizaciones, el despido de miles de empleados públicos, el desmantelamiento de los beneficios sociales, en particular al educación y la salud, el robo de nuestras pensiones de jubilación, y la condena al trabajo forzado hasta los 67 años de edad, como mínimo.
Parodiando a Marx y Engels, podemos decir: “un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la indignación”; de la indignación de los jóvenes del siglo XXI para quienes el capitalismo no depara nada bueno. Sin duda este año, 2011, se está pariendo algo nuevo. Es un parto difícil, con más dolores que lo habitual. Parto del cual se ignora el sexo de la criatura por venir. Pero sin duda que será algo nuevo que va a cambiar el orden mundial que hemos conocido. Esa es la esperanza, la única, para la humanidad.
No importa que en este momento esa juventud que está fabricando lo nuevo, no tenga un programa político claro, como pretenden criticarle algunos dirigentes de la “izquierda” que hace parte y se beneficia del actual “estado de cosas”. ¿Acaso los obreros, campesinos y soldados rusos lo tenían claro al inicio de 1917? No. Lo importante es que esa juventud que conmueve al mundo llegó a la conclusión que es la misma cosa Zapatero que Rajoy, el PSOE que el PP, Obama que Bush, Bachelet que Piñera, Cameron que los laboristas, y que el alabado sistema “democrático” es una mentira.
El deber de los revolucionarios socialistas de la generación anterior, es acompañar a esa juventud, ayudándole a racionalizar el proceso político, a darle conciencia política a sus acciones, a construir el programa y construir el camino de lo que está por venir, a ser el puente que muestre lo que se puede rescatar de las experiencias pasadas, lo bueno, pero también los errores y desviaciones que impidieron que le legáramos un mundo mejor, las lacras del “pensamiento único”, el sectarismo y el oportunismo.
Más temprano que tarde, esos vientos de indignación remecerán las costas panameñas, donde la ya se está larvando el descontento social, la decepción con los “team Martín” y “los locos somos más”, porque muchos maduran y ven claro que es lo mismo Martinelli, Varela y el PRD. Por ahora, parte de ese descontento de los “Ni, Ni” (los jóvenes que “ni estudian, ni trabajan”) se canaliza por la vía de la violencia de las pandillas y la criminalidad (como en toda Centroamérica y México). Pero a la larga la necesidad histórica se impone y echa mano de individuos y grupos sociales que ni te imaginas. ¿Acaso Pancho Villa no fue primero un cuatrero para convertirse luego en cabeza de la Revolución Mexicana?
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